Día de todos los santos

La fiesta de todos los santos

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de todos los santos para conmemorar y honrar a todas las personas santas, que nos precedieron y recibieron en el cielo su recompensa eterna, Dios mismo.

¿Quiénes son los santos? En el evangelio, san Mateo nos dice que son los que viven las bienaventuranzas: los pobres los humildes, los misericordiosos, los limpios de corazón, los perseguidos. Son los que lloran, tienen sed y hambre de la justicia, o aguantan las persecusiones. Mateo los llamo los dichosos, o sea, los felices. Pues, podemos decir que un santo no es más que una persona feliz ante las dificultades y las supera con la gracia de Dios. 


Aquí podemos enumerar a algunos de ellos, como Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís y Santa Catalina de Siena. En Perú, hay Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Juan Marcías. Son los representantes de todos los santos, que están gozando de la felicidad celestial. 


El libro de Apocalipsis nos presenta una multitud inmensa de santos anónimos, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. 
Esta fiesta nos da la oportunidad de reflexionar sobre la santidad de los santos. Hablando de los santos, lo primero que nos viene a la mente es que, estos son hombres y mujeres de la fe. Muchos santos, como la mayoría de los apóstoles, son mártires, que ofrecieron su vida por Cristo de formas horribles. Muchos santos son capaces de realizar los milagros maravillosos o las cosas supernaturales. Hechos de los Apóstoles nos cuenta que, un día, Pedro y Juan iban al templo a orar. A la puerta del templo, vieron a un cojo de nacimiento pedir limosna a los que entraban en el templo. Pedro lo sanó con el nombre de Cristo. 


También, algunos santos pueden realizar hechos impensables. Una tradición dice que San Antonio de Padua predicó a los peces, cuando los herejes se negaron a escucharlo, y los peces lo escucharon con atención. San Padre Pío de Pietrelcina tuvo el don de entender el corazón humano, para que la gente no pueda esconder nada durante la confesión. 


Cada uno de los santos tienen carisma distinto. Pero generalmente, son personas de profunda oración. Santo Domingo de Guzmán pasa los días predicando a los herejes y las noches orando en la capilla. Son personas caritativas. Madre Teresa de Calcuta salía a buscar a los más necesitados en las calles de Calcuta, India. Son enamorados de la Eucaristía. San Juan Pablo II era eucarístico. Hasta el último momento de su vida, no dejó de hablar de Cristo a los demás. Son los devotos de la Virgen María. Santo Domingo Savio tenía una gran devoción a la Virgen, rezando más de cinco horas diarias ante el altar de la Señora. 


Al observar la vida de los santos, podemos preguntarnos: "¿Es la santidad para mí?" Tengo miedo de la muerte, no puedo aguantar los sufrimientos. No poseo habilidades supernaturales. No puedo rezar intensamente. No me gusta asistir a la misa. Aún peor, sigo luchando con mis pecados cada día. No puedo dejar las malo hábitos. La santidad parece lejos de mí. La santidad no es para mí. Muchas veces nos decimos así Es una tentación continua en nuestra mente. 
Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, la verdad es que todos somos creados por Dios a su imagen. Dios es Santo. Y Dios es Amor. Al crearnos, nos da gracia y capacidad para ser santos. Santo Tomás: “Por ser imagen de Dios, el hombre tiene capacidad para la gracia, o sea, para acoger el Amor de Dios, y al acogerlo, realizar el encuentro que nos transforma” en santos. Sí, no solo los santos sino también todos nosotros, ustedes y yo, somos llamados a la santidad, para compartir la vida divina de Dios. 


De hecho, Dios nos da la libertad para escoger estar a favor de Dios o en contra de Dios. Si decidimos quedarnos con Dios, entonces nuestro destino es el cielo. Sin embargo, si nos negamos a estar con Dios, entonces seremos condenados al infierno, alejándonos de Dios para siempre. Por lo tanto, ser santos o ir al infierno es nuestra selección. 
Sin embargo, los santos con historias maravillosas no son muchos. La mayoría de los santos viven una vida sencilla pero fiel. Tenemos San Martín de Porres, que vivió toda su vida como un simple hermano, limpiando y cuidando el convento. San Juan Marcías era un portero del convento de los dominicos. Santa Rosa de Lima era laica dominica viviendo en su casa con sus padres. Santa Teresita del Niño Jesús, que no hizo nada extraordinario durante su vida, sino rezó sinceramente al Señor. Santa Juana Francisca de Chantal, que era una viuda con 6 hijos, cumplió a cabalidad su misión de madre. Recientemente, tenemos Beato Carlo Acutis, que era un jovencito y le gustaba jugar videojuegos con sus amigos, y trababa como camarero para recaudar dinero para ayudar a los pobres. 


Las vidas de los santos nos abren una esperanza de que podemos llegar a la santidad en nuestra posición. Lo que sí tenemos que hacer es estar abiertos a la gracia de Dios para que trabaje en nosotros. Además, confiamos que tenemos los santos que están orando por nosotros ante Dios día y noche. Todos los santos, rueguen por nosotros. 

Lima, la fiesta de todos santos, 1 de noviembre

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